Marcelo Gallardo atraviesa días de máxima incertidumbre. La caída en el Monumental, y el récord negativo que arrastra el equipo como local, profundizaron la crisis de un segundo ciclo que hasta hace poco se proyectaba con una renovación a largo plazo. Lo que iba camino a ser un anuncio de continuidad hasta 2029 se enfrió y ahora todo está en revisión.
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En lo futbolístico se observa un equipo que no responde a las variantes del DT: se perciben improvisaciones tácticas, decisiones poco claras en los cambios y dudas sobre nombres que hasta hace poco eran intocables. Eso, más la pérdida de confianza colectiva, generó un clima interno tenso que ya se traslada a la tribuna y a la prensa.

La dirigencia (que por ahora públicamente mantiene el respaldo) también tiene que medir su decisión en un contexto electoral y con la urgencia de no profundizar una fractura con el socio. El Superclásico en la Bombonera y la pelea por la clasificación a la Libertadores aparecen como plazos concretos para evaluar si el proyecto se reconduce o exige cambios drásticos.
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Si bien Gallardo sigue siendo respetado por su pasado y sus logros, el desgaste es palpable. Ahora la pelota está en su cancha y en la del cuerpo directivo: o aparece una reacción inmediata que calme las aguas y recupere rumbo, o el verano se hará largo y las especulaciones sobre el cierre de un ciclo (que muchos daban por cerrado) volverán a tomar fuerza.