Pese a no haber surgido en River, Sergio Berti logró lo que pocos: ser adoptado por los hinchas como si hubiera salido del club. Su llegada desde Boca en 1990 fue inesperada y polémica, pero su talento y carácter lo transformaron en un símbolo de los años noventa. En diálogo con La Página Millonaria, la Bruja repasó los momentos más fuertes de su carrera y recordó cómo fue aquel paso que marcó su vida.
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Todo comenzó cuando, tras un conflicto en Boca, el joven volante recibió el llamado de Daniel Passarella. "Vos sos el jugador que necesito", le dijo el técnico en una reunión que cambió su destino. A los pocos días ya entrenaba en River, club con el que debutó marcando un gol en Montevideo. Sin embargo, su fuerte temperamento también le trajo dolores de cabeza: varias expulsiones y cruces que quedaron en la memoria.
Berti reconoció que su carácter le jugó en contra más de una vez. "Me calentaba rápido, los fallos injustos me sacaban", admitió. Con el tiempo aprendió a convivir con esa intensidad que lo hacía rendir al máximo, pero también le costaba dominar. Pese a eso, su entrega fue innegociable y lo convirtió en un jugador de referencia para la hinchada.
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Hoy, alejado de las canchas, vive con las secuelas físicas que le dejó su carrera. "De pedo camino, tengo hueso con hueso", contó con crudeza. Pero ni el dolor ni el paso del tiempo borran lo que representó su historia: la de un futbolista que se reinventó en River, conquistó títulos y dejó una huella imborrable en el corazón millonario.