En una noche dolorosa, hubo gestos que valieron más que cualquier palabra. River quedó eliminado del Mundial de Clubes tras perder ante el Inter de Milán, pero los más de 30 mil hinchas que coparon el Lumen Field se quedaron hasta el final. Esperaban una muestra de afecto, algo más que un par de aplausos desde el círculo central. Esperaban, al menos, un pedido de disculpas o una camiseta como reconocimiento al esfuerzo de haber viajado miles de kilómetros para estar ahí.
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Pero eso no llegó, o al menos no de todos. La mayoría del plantel repitió lo habitual: caminar hasta el area que daba a la tribuna Millonaria, levantar los brazos, aplaudir y caminar al vestuario. Sin embargo, entre esa postal fría y repetida, algunos eligieron salirse del molde. Marcos Acuña, uno de los mejores del torneo, miró a la gente y pidió perdón, tocándose el escudo con la cabeza gacha. Franco Armani, Manuel Lanzini, Paulo Díaz y Gonzalo Montiel, por su parte, se acercaron a la tribuna y entregaron sus camisetas, gesto que fue agradecido con una ovación espontánea.
Fueron detalles, pero detalles que importan. Porque mientras Chivu y Lautaro Martínez se deshacían en elogios hacia los hinchas de River, destacando la locura y la pasión con la que alentaron durante todo el partido, varios jugadores del plantel pasaron de largo sin mirar. Esos mismos hinchas habían estado también en Los Ángeles y en la primera fecha, viajando de costa a costa por una ilusión que terminó demasiado pronto. La eliminación dolió, pero que no haya habido un verdadero reconocimiento también.
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Quedó flotando una sensación rara, porque los que estuvieron del otro lado no fueron turistas ni espectadores neutrales: fueron hinchas que llevaron el aliento a un rincón del mundo donde River volvió a sentirse local. Acuña, Montiel y Díaz lo entendieron, y por eso sus gestos no pasaron desapercibidos. El resto, tal vez, todavía esté a tiempo de reflexionar.