A veces, el trayecto hasta Núñez es más largo de lo que indican los kilómetros. Santiago Lencina, nacido en Corzuela, Chaco, hoy empieza a hacer ruido en la Primera de River. Pero su adaptación a Buenos Aires no fue fácil, y su llegada tampoco fue inmediata. Luis Pereyra, el descubridor del juvenil, recordó cómo fueron esos primeros pasos: "Costó mucho traerlo. Era un pibe muy apegado a su familia".
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El primer gran paso se dio en 2018, cuando Pereyra lo vio en un torneo en Posadas. Lencina jugaba para Obreros de Corzuela en una categoría dos años más grande. Aún así, su calidad era evidente: "Era un enganche zurdo, de esos que miran el juego antes de recibir. Bien estilo River". Sin embargo, lo que parecía una historia de traslado inmediato al club, terminó siendo un proceso complejo.

"El primer problema fue emocional", explicó Pereyra. "Extrañaba mucho. Al principio se vino con su mamá y con Lisandro Bajú, otro juvenil. Vivían en un departamento hasta que logramos que se quede en la pensión. Le costó muchísimo, pero de a poco se fue soltando".

Con el tiempo, su perfil también cambió: pasó de enganche a volante central, rol en el que logró consolidarse. "Pedía todas las pelotas, mostraba personalidad. Ese día gustó mucho y no paró más". En la actualidad, el chaqueño es una de las promesas del semillero millonario.
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Al cierre, Pereyra fue más allá del caso de Lencina: "Hoy River tiene entre siete y ocho juveniles entre Reserva y Quinta que pueden estar en la mira del técnico". Y remarcó algo clave: "Hay que tener paciencia. No hay que apurar a los pibes".