La derrota 2-0 en Tucumán dejó más que un mal resultado para River. Una vez más, el equipo de Gallardo mostró dificultades serias en la defensa de la pelota parada, un problema que parecía controlado en los últimos años, pero que en las últimas semanas se transformó en una verdadera pesadilla. Ante el Decano, un córner derivó en el cabezazo de Ferreira para abrir el marcador y volvió a encender la alarma.
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En el último mes, River disputó siete partidos y en cuatro de ellos recibió goles en jugadas de pelota parada. Ese número refleja una tendencia negativa: la mitad de los tantos en contra llegaron por esa vía. Los errores no son casualidad, sino consecuencia de distracciones en la marca y desatenciones en el posicionamiento que se repiten en momentos clave.
Un ejemplo claro fue el tanto que Robert Rojas le marcó en la vuelta de octavos de Libertadores, donde Paulo Díaz perdió la referencia en la marca y Colidio falló en el cierre. Contra Atlético, además del gol, el rival ganó siete de los diez córners que ejecutó, lo que demuestra una fragilidad aérea que el cuerpo técnico no puede pasar por alto de cara al choque decisivo en Brasil.
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Gallardo ya reconoció que la atención en la pelota detenida debe ser total y que se trata de un aspecto que se entrena, pero que requiere concentración en el partido. Con Palmeiras en el horizonte, River sabe que no puede darse el lujo de seguir regalando goles en un aspecto del juego que en copas definió series. Resolverlo será clave para mantener viva la ilusión de remontar.