Joaquín Arzura fue uno de esos refuerzos que Marcelo Gallardo pidió en su momento y que no lograron dejar huella. El mediocampista, surgido en Tigre, llegó en 2016 como una apuesta del Muñeco, pero su rendimiento nunca estuvo a la altura de lo esperado y terminó yéndose sin pena ni gloria. Hoy, ya retirado, confiesa que aquella experiencia fue tan inolvidable como frustrante.
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"Fue lo mejor y lo peor que me pasó", reconoció Arzura en una entrevista. A los 32 años, el ex River explicó que tomó la decisión de colgar los botines pese a que todavía podía seguir jugando. "Muchos me dicen que tuve huevos porque muchos lo quieren hacer pero no se animan. Si de chico me decían que iba a tener esta carrera, firmaba sin dudarlo", agregó con honestidad.

El volante recordó también sus comienzos en Tigre y los sacrificios que debió hacer para llegar a Primera. Viajaba más de dos horas y media en colectivo y, para no pedirle dinero a su madre, trabajó durante un tiempo en un restaurante de sushi. "Laburé cuatro o cinco meses y con esa plata me pagaba el bondi o salía con mis amigos. Me daba vergüenza pedirle monedas a mi vieja", relató.
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Sobre su llegada a River, contó que recibió un llamado de Matías Biscay para informarle del interés del club. "Me dijo que Gallardo estaba de vacaciones, pero que me querían porque podía jugar de 5 tapón y de doble 5. Le dije que sí, ya, mañana. Para cualquier jugador, era lo más grande. Llegué a un River campeón de América, lleno de fenómenos, con un técnico exigente y muy duro", recordó.

En cuanto a su relación con Gallardo, Arzura admitió que el DT intentó sacarle presión en sus primeros días. "El Muñeco me dijo que no tenía que demostrar nada. Uno llega con ganas de mostrar todo y eso es contraproducente. Mucho más que eso no me dijo", aseguró. Con el tiempo, su ciclo en Núñez se apagó rápido, pero hoy lo recuerda como una etapa que marcó su vida futbolística.