A los 20 minutos del primer tiempo, el árbitro interrumpió el ritmo del encuentro con un cooling break que sorprendió a más de uno. En ese momento, la temperatura rondaba los 20 grados en el estadio de Los Ángeles, lejos de cualquier extremo que justificara la pausa para refrescarse. El detalle pasó desapercibido hasta que Mariano Closs reveló en ESPN que no se trataba solamente de una cuestión de salud: ese espacio está vendido como un segmento publicitario.

Según contó el relator, durante esos dos minutos aparece una marca en la pantalla del estadio y se transmite a nivel global. Aunque el reglamento permite este tipo de pausas en condiciones extremas de calor o humedad, la lógica que impera en algunas ciudades como Miami no se aplica en otras como Los Ángeles, donde el clima es mucho más benigno. Sin embargo, la detención ocurre igual, dejando en evidencia que hay otros intereses en juego.
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El principal perjudicado es el propio espectáculo. Porque más allá de la pausa en sí, el partido pierde ritmo, los jugadores se enfrían y el desarrollo se interrumpe sin razón evidente. En un torneo internacional que busca imponerse a nivel global, estos recursos pueden parecer efectivos para los negocios, pero no necesariamente para el fútbol. Y en clubes como River, que suelen llevar la iniciativa del juego, la ralentización atenta contra su dinámica.
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Aunque todavía no hay una postura oficial de FIFA sobre si estas pausas se mantendrán en toda la competencia, el dato ya quedó expuesto. No fue el calor lo que frenó el partido: fue la publicidad.