River volvió a sufrir en Liniers y el 0-0 frente a Vélez dejó más dudas que certezas en el cierre de la fase regular del Clausura. Entre los más tensionados apareció Enzo Pérez, que regresó después de 52 días fuera por la lesión ante Palmeiras y con rumores de conflicto interno que él mismo desmintió antes del partido. Su retorno, lejos de traer calma, terminó mostrando el clima espeso que atraviesa el plantel.
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El mediocampista de 39 años arrancó correcto, pero pronto quedó expuesto en un equipo partido y sin acompañamiento en el medio, especialmente en los retrocesos. Vélez encontró espacios a espaldas de los volantes y River nunca logró ajustar. Enzo, acostumbrado a ordenar y contagiar, se encontró corriendo detrás de la pelota más de lo que pudo manejarla, en un trámite incómodo que lo irritó visiblemente.

Su fastidio terminó apuntado a la delantera, particularmente a Sebastián Driussi y Maximiliano Salas, quienes no lograron imponer presencia en las pelotas divididas ni concretar las chances claras del inicio. "A ver si ganan una pelota arriba", les gritó en pleno segundo tiempo, mientras también intentaba empujar al equipo con gritos de arenga y protestas constantes hacia el arbitraje. Su liderazgo apareció, pero teñido de frustración.
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Con contrato hasta el 31 de diciembre, el futuro de Enzo vuelve a estar en debate, aunque él aseguró que la renovación "es lo que menos le preocupa hoy". Por lo pronto, seguirá disponible para el cruce de octavos del Clausura, donde River buscará un alivio en medio de un presente irregular. Será, quizás, una nueva oportunidad para que el capitán espiritual del ciclo Gallardo vuelva a sentirse protagonista adentro de la cancha.