Marcelo Gallardo regresó a River tras el final del ciclo Demichelis, en un contexto donde el "héroe de Madrid" volvía a casa con la expectativa de encaminar nuevamente al equipo. Sin embargo, la realidad muestra otra cara: ni el segundo semestre ni una inversión de entre 60 y 100 millones en refuerzos lograron resolver el problema central del Millonario, su falta de identidad futbolística.





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¿Por qué el segundo semestre? Porque Marcelo inició un proceso de "rearmado de equipo" atravesado por un mercado de pases en el que, gracias a su identidad en el club, tuvo libertad para elegir y armar un plantel "que represente a la gente" cómo dijo el Muñeco. En esa búsqueda aparecieron los "prescindibles", jugadores avisados de que no serían tenidos en cuenta y que debieron buscar otro destino, mientras que los pibes comenzaron a ganar protagonismo.

Sin embargo, todavía pesa la noche mágica de Madrid. Los nombres que se evocan como héroes capaces de cambiar un partido siguen siendo los de Enzo Pérez y Nacho Fernández. Pero el tiempo no se detiene. Como suelen repetir los hinchas, "dame al Enzo de 2021" no implica que lo quieran hoy, sino que extrañan esa versión. A los 39 años, la realidad es otra, y el mediocampo de River funciona como un colador. Esa falencia, sumada a la falta de confianza individual, agranda un panorama que ya es preocupante.
"El equipo está en cinco puntos" declaró Marcelo tras ganar a Unión por penales. Y lo cierto es que el panorama no fue favorable nunca: empate con Independiente y antes había igualado con San Lorenzo y sus dos únicas victorias fueron en las primeras fechas ante Platense e Instituto, todo por el Clausura. Lo peor llegó después. La búsqueda se hizo eterna y apenas dos jugadores lograron destacarse. Uno fue Lautaro Rivero, que se ganó su lugar con sacrificio, y el otro Juanfer Quintero, que pese a su falta de ritmo todavía conserva la magia.
La agenda apretada fue un condicionante en este semestre, pero no una excusa. En River, tanto el equipo titular como el alternativo deben responder, ya sea frente a Palmeiras o ante Deportivo Riestra. Gallardo lo reconoce: salir a hablar en medio de la adversidad, incluso frente a la opción de claudicar, refleja su esencia y la tranquilidad que intenta transmitir al hincha. Sin embargo, con un mercado de pases en el medio, la conclusión es evidente: las ideas fallaron y el planteo no fue el correcto, hay que admitirlo. También es parte del proceso.
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Lo que falta es transmitir, sentir la camiseta, los colores, el estadio y los cánticos. Hoy los futbolistas no lo reflejan ni en lo deportivo ni en lo psicológico, y la percepción es que no sienten. Gallardo ya hizo lo suyo; lo que está, está. Ahora toca mirar hacia adelante: River necesita un cinco que reemplace a Enzo, una defensa que se afirme y un equipo que deje de repetir errores básicos como las pelotas paradas. Además de llegar al gol. Tener la posesión no sirve si no hay un desenlace positivo. Miren al Malevo, que sin posesión sólo debió ejecutar bien.
El proyecto es este, no hay otro, y el rumbo debe corregirse desde lo que hay, con Portillo afianzándose, los juveniles como salvavidas y la experiencia imponiendo calma en medio de la tormenta. Pero, sobre todo, con los jugadores que sientan la camiseta y salgan a jugar.